Cuando perdemos la tradición....

Parece mentira, en mis 25 años desde que visité por primera vez Cortylandia, nunca pude imaginar que cada año pudieran destrozar más una tradición a la cual los madrileños estabamos tan abonados en estas fiestas tan familiares y tan determinantes para los niños, como lo son las castañas, la visita a la plaza mayor o a la puerta del Sol.

Me parece indignante como, año tras año, la alcaldía de nuestra ciudad así como el tan rico y poderoso comercio del Corte Británico (por si acaso sale algúna Sgae de marcas) rinden menos interés a lo que la navidad atrae a tantos niños madrileños, el Cortylandia; atrás quedaron enormes y maravillosas construcciones llenas de sonido, de imágen, de brillo y color que atraía a millones de niños que luego se acercaban al comercio a ver los juguetes, atrás quedaron esas representaciones como se aprecia aqui, de zoos llenos de animales los cuales al unísono, cantaban la canción más pegadiza y subliminal que la publicidad comercial conoce.

Grandes Pirámides, Colón y su descubrimiento, el arca de Noé, por decir algunas de las muchisimas reproducciones que este rico y poderoso imperio contruía cada año para la delicia de grandes y pequeños, el órgullo de las navidades en Madrid, a la cual todo el mundo que visitaba, tenía que hacer su parada obligatoria llenando esas calles, ahora solitarias y en las que Piolín o Minnie tienen que prostituírse para ganar algun dinerillo.
Toda mi vida he crecido con la ilusión de ver cada navidad esas imágenes animadas cantándo, quería que llegaran las navidades para que me devolvieran un espíritu cada vez más comercial y en el que el dinero hace mella poniéndo menos protagonismo al niño y si al adulto, donde las representaciónes distan más de lo que es la navidad y si de las Fallas valencianas, donde las representaciones se asemejan más a los políticos de hoy en día que a un angelito o a un infantil y simpático duende, no, ahora el payaso tiene más pinta de haber salido del libro de Stephen King, IT o de ranas llenas de alcohol o estupefacientes que provocan en ellas una mirada tan loca como su croar en medio de los niños.

Han pasado muchos años, y cada vez voy viendo que pierdo más la ilusión que tenía de niño, cuando mis padres me llevaban al Corte a que disfrutara, montado en los hombros de mi padre, y disfrutándo de las representaciones; poco a poco, observo como esa tradición, una tradición ancetral en mi ser, y que me hubiera gustado inculcar a mis hijos, monstrándoles que la navidad no sólo son regalos y tiendas, sino también cosas tan maravillosas como antaño, nunca podré mostrárselas y tendré que recurrir a los videos de Youtube para decirles: "mirad hijos, eso lo vi yo hace años, ahora lo que veís no es más que una repreentación cómica de nuestra sociedad".


Es una lástima como la infancia se pierde, pero más lamentable y pésimo es ver como unos magnates del dinero hacen perder no sólo la suya propia, sino la de los niños de verdad.

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