Historia de una dama

... Un día, en la Residencia me acerqué a aquella mujer que tenía esa cara de tristeza, de angustia y de horror, tenía curiosidad por saber qué le pasaba a esa mujer, por qué estaba con ese semblante y cuál era la causa; en la hora de la comida la cité en mi despacho para poder hablar con ella más tranquila y le comenté que durante estos meses la veía con un semblante desencajado (curiosamente este semblante coincide con la llegada de la Dama de Elche al Museo Arqueológico Nacional de Madrid), ella entonces empezó a llorar. Me resultó bastante curioso la forma en que lloraba, no era un llanto de desesperación ni de temor, era un llanto de pena y a la vez de alegría así pues la dije que se tranquilizara, que tomara agua y que estaba allí para lo que ella necesitara, si se prestaba a contármelo yo estaba para escucharla, ahí fue cuando empezó la siguiente historia:

“Ya han pasado seis años desde que Eduardo y yo nos vimos por ultima vez, fue en la comunión de nuestros hijos. Eduardo y yo nos habíamos divorciado debido a que, tras una discusión, salió el tema de una alumna suya y otras muchas más que había mantenido un romance en secreto; él tras el divorcio se había dado a la bebida y tras una noche de borrachera murió en un accidente de trafico pero lo importante no es eso, es lo que ocurrió desde el día en que quemé aquel papel que tan importante debía de ser para Eduardo y que a la postre sería mi secreto mejor guardado y una de las mayores alegrías que habría tenido después del nacimiento de mis hijos.

Las semanas pasaban y todo trascurría en normalidad, Eduardo seguía dando clases en la Universidad y yo seguía con mis labores de la casa, hasta el 23 de Noviembre del 2004. Ese día cambió totalmente mi vida.

Todas las noches desde el día en que quemé el documento de Eduardo soñaba con la presencia de una extraña dama, una dama cuya ropa era tan resplandeciente que apenas me dejaba ver su rostro, simplemente podía observar la silueta que dejaban aquellos rayos de luz que dañaban mis ojos endormecidos, por las mañanas me levantaba pensando si lo que acababa de ver era un sueño o en verdad se me había aparecido un fantasma (en esos momentos era la única palabra que se le podía dar). La noche del 23 de Noviembre, mientras dormía creí que soñaba de nuevo con la presencia de la dama, aquella de la que tanto hablaba Eduardo, esta dejó de emitir los rayos de luz para dejarse ver, era la Dama de Elche, aquella a la que dejó escapar cuando tuvo entre sus manos. Digo creía porque más tarde me di cuenta de que no había sido un sueño, ¡se me había aparecido el espíritu de la Dama de Elche!, pero ¿por qué a mi?, ella me contó que sabía lo que me había ocurrido, que ella también había sufrido lo mismo.

Yo, durante la época de los Helike, que así se llamaba mi tribu, viví el mismo calvario que has tenido que sufrir tu mi querida amiga. Yo era una de las damas más importantes de mi tribu pero eso no significaba que yo fuera feliz, por el día yo me sentía sola y por las noches mi marido apenas me trataba como su mujer, me trataba como a una esclava, como un objeto que poseía a su antojo y para lo que él necesitara pero, a diferencia de otros hombre, el podía poseer a todas las mujeres que quisiera por tener un rango superior al de todos los demás, ese era mi calvario, el ser una más.

Ese mismo día, al levantarme tuve la curiosidad de acercarme a observar quien había sido esa mujer, y que representaba aquello que tanto le importó a Eduardo; así pues me informe de donde se encontraba y fui a visitarla. Fui al Museo Arqueológico de Madrid, allí estaba ella, cubierta en una vitrina, custodiada por cinco o seis hombres a parte de las cámaras que allí se encontraban; me acerqué un poco más para poder observarla más detenidamente y aprecié que ese rostro era el mismo que había visto la noche antes.

De pronto sentía algo extraño, vi que la dama movía un poco los ojos, entonces miré a los lados y pregunte a los guardias si ellos también lo habían visto; por supuesto ellos dijeron que no y me tomaron como a una loca. Volví a mirar a la dama y me dijo, no se todavía como que gracias por venir a visitarme. Eso me lleno de alegría, parecía ser la única persona que podía ver a la dama viva, ver y oír lo que sentía la dama.

Todos los días iba a visitarla, estaba entre las siete y las ocho de la tarde con ella pues era el período en que la gente ya marchaba a casa y cuando mayor silencio había en la sala, el momento en que nadie molestaba a la dama. En ese preciso momento era cuando la dama parecía recobrar vida y hablarme; me contaba lo que ella sentía allí, lo que le parecía durante la estancia de visitas del museo.

Hola querida amiga, me alegro mucho de que vengas a visitarme todas las tardes, durante todo el día no hago más que ver a la gente observándome, si saber que es lo que siento, sólo tu y unos niños se preocupan por mi. La primera vez que estuve aquí, el día de la inauguración de mi exposición todo el mundo hablaba de lo hermosa que era, de los objetos que tenia decorándome y de lo que represento pero todo el mundo me veía sería, nadie se daba cuenta de que lo que yo siento no es seriedad sino tristeza, una tristeza de no ser feliz donde estoy, de ver a toda esa gente que pasa por delante mío y no se para ni un momento a preguntarme qué me pasa, por qué me encuentro con la mirada fija, a quién miro y si tuve vida o simplemente soy una representación de una idea.

Todo eso me gusta que me lo pregunten, y sólo tu y los niños que vienen de los colegios tienen la curiosidad de saber quién fui y porque me encuentro aquí y no en mi lugar de origen. A mi me gusta responder, mostrarme como soy y no como un simple trozo de roca moldeado a la imagen de una persona o una ilusión.

A mi me gustaría decir que estoy mirando al frente a simple vista, pero que en realidad estoy observando a cada persona que pasa, estoy viendo su interior y sé lo que piensa cada uno, contigo fue distinto, a ti te sentí por medio de la carta, tuve la suerte de que la quemaras porque así me libraste de una persona que no merecía ser nombrada como la primera descubridora de mi hallazgo, no me refiero al hombre tan simpático del pueblo de Alcudia, aquel hombre que me parecía que se llamaba Manolico, ese hombre era un hombre trabajador, un hombre que, a pesar de su poca cultura, sabía que yo significaba algo, que yo era alguien importante en la historia de este país y de su pueblo y se prestó a ponerme un nombre al que le tengo mucho cariño, auque no fuera muy correcto por mi linaje y época, el nombre era Reina Mora.

Yo sentía mucha curiosidad por saber más de ella, hasta entonces sólo me había dicho lo que sentía de forma muy general y parte de su vida en la actualidad pero yo quería saber más concretamente qué era lo que ella quería decirme con esas palabras, qué era lo que ella sentía todos los días y a todas horas, qué le llevaba a tener ese rostro tan chocante y qué representaban todos aquellos decoros que tenia encima.

Todos los días, cuando abren las puertas del Museo, siento que ha pasado un día más en la historia de mi vida, una hoja más en mi libro pero ha comenzado a escribirse una nueva página de otro libro anexo, el de la historia de la Dama de Elche pues, cada día que pasa, es otro nuevo momento, gente nueva con nuevas alegrías, normalmente lo irradian los niños, y nuevas preocupaciones que, cuando la gente pasa frente a mi, observo y capto, aunque ellos no lo crean. Todos los días siento algo de calor cuando un niño se me acerca y le grita a su padre que me conoce, que me ha visto en clase, en una foto, en un libro, entonces el padre se enorgullece de su hijo y le comienza a explicar mi vida, pero ahí es el momento en el que me siento vacía y no lo digo por el agujero que tengo en mi espalda y que permite sentir a la gente que tengo detrás, me siento vacía porque el padre le cuenta una historia que es la correcta si la tenemos en cuenta con lo que el sabe de los libros, pero ¿quién mejor para contar la historia de mi vida que la propia persona?, el problema es que el padre no le permite al niño entablar conversación conmigo, no sé si porque soy una extraña, cosa que dudo si me conoce, o porque piensa que soy una simple roca que no tiene sentimientos. Pero no soy una simple roca, soy una persona y si le dejaran al niño/a tocarme, sentiría mi vida, mis pulsaciones y sabría lo que signifiqué antes y ahora en la historia de España y de Elche, y sabría más de lo que cree saber.

Por suerte, te tengo a ti todas las tardes al finalizar la rutina y por las noches a mis dos amigas, la Dama de Baza y la Dama Oferente, dos compañeras mías que me hacen compañía, tu también me haces mucha compañía y me escuchas, tu verdaderamente te interesas por saber quién soy y de dónde provengo, sientes curiosidad por saber por qué me presenté en tu casa y por qué te elegí a ti. Como ya te dije la ultima vez que me presenté en tu casa, yo sufrí lo mismo que tu con tu marido; yo apenas significaba nada para él, simplemente era la mujer del jefe, una representación de que estaba casado pero al tener poder, tenia a su disposición a cualquier mujer sin problemas de enfrentamientos con los demás hombres. Tu sufriste lo mismo, la diferencia reside en que tu te distes cuenta tarde y que deseaste que este muriera y le rompiste todo aquello por lo que luchó, yo en cambio, me maté, sufrí tal ira que decidí acabar con mi sufrimiento. Ahora ya sabes de que mi rostro, mis verdaderos amigos me hicieron este busto como representación de lo que fui en vida y lo que tuve que sufrir durante el periodo de esta.

Ese día decidí quedarme toda la noche en el museo, sé que era una locura, pero debía saber todo esa misma noche debido a que pensaban llevarla de nuevo a Elche a que los habitantes del pueblo originario de la Dama pudieran observarla pues, nadie la volvió a ver desde que los franceses se la llevaron al museo del olvido popular, el Louvre, digo esto porque ese museo alberga muchas de las más valiosas obras del arte de la historia de nuestro planeta pero la mayoría han sido sustraídas de su lugar de origen sin consentimiento del pueblo, no es el caso de la Dama de Elche que se pagó un alto precio en esa época por ella, pero sí de restos como los del Partenón, tumbas de Egipto tras le invasión de Napoleón a este país y muchas otras obras que ahora no tienen lugar nombrar.

Pues bien, ese día, sobre las ocho bajé al sótano del museo y decidí esconderme, me metí en una tumba egipcia que estaba vacía y me tapé con una manta hasta la hora en que se hubieran ido todos. Alrededor de las once de la noche salí de la tumba y subí hasta el piso donde se encontraban las Damas y me senté allí, observé que las otras dos Damas se movían, la Dama Oferente descolgó los brazos y los agitó y la Dama de Baza se levantó para estirar un poco las piernas; yo al principio me sentí un poco asustada pero sonreí y me senté escuchando lo que la Reina, la Dama, continuaba contándome historias de su pasado.

No te asustes, como ves, no soy la única que tiene vida en este museo, todas las piezas de arte tienen vida, lo que pasa es que nadie sabe sentirlas ni captar esa vida interior, exceptuando tu; este museo sería un buen museo si no fuera porque la gente está muy idealizada con lo que lee en los libros, si vinieran con la idea de saber aprenderían mucho más de lo que hay en cuatro hojas, si todos fueran niños......

Bueno creo que este es el último día que nos volveremos a ver en mucho tiempo, supongo que ya sabes que me trasladan a mi tierra natal a ser conocida por aquellos que no sabían de mi existencia o lo sabían pero no sabían cómo era, ahora espero que todos sepan valorar mi figura y que sepan escuchar como has estado haciendo tu todos estos meses, ya casi eres parte de mi y yo supongo que soy parte de ti. Espero que todos mis progenitores ilicitanos sepan valorarme y que tengan conciencia de lo que hay en sus tierras, la historia que en ellas hay sustentada.

Llegaron las diez de la mañana yo corrí a esconderme de nuevo en algún sitio para no ser descubierta, al pasar unas tres horas salí de mi escondite y me acerqué a la vitrina de la Dama, en ese momento ya se la estaban llevando, en ese momento sentí que algo se me escapaba de mi cuerpo, sentía pena, mucha pena a la vez rabia pero también sentía alegría, alegría de saber que ella iba a ser feliz durante un tiempo y que iba a hacer feliz a mucha gente en su Elche natal, en su Alcudia.

Justo antes de introducirla en la caja que la trasportaría a Elche fije mi mirada sobre su rostro, por un momento pude ver a la Dama de Elche mirarme a los ojos fijamente y sonreír, una sonrisa que nunca se me olvidará, una sonrisa que puede llegarse a comparar a la de la Mona lisa, una sonrisa de felicidad, de libertad y de armonía consigo misma y con el resto, ahora tenía una importante amiga que me demostró su amistad y supo confiar en mi, ahora tenía, el secreto de la Dama de Elche.”

Concluida la historia se marchó de nuevo al hall de la residencia, yo me quedé petrificado por lo que acababa de oír, acababa de escuchar una de las historias más bonitas e increíbles que jamás hubiera pensado escuchar, sentía algo que me impulsaba a saber que había visto en esa figura.

Años más tarde me enteré de la llegada a Madrid de nuevo de la famosa Dama de Elche, así que me tomé el día libre para poder observar aquello que me había comentado la mujer, sin perder tiempo me marché al Museo Arqueológico, lugar donde empezó todo, me adentré en el museo y me dirigí hacía la sala donde estaba el arte ibero pero no se encontraba la Dama, entonces pregunté y me dijeron que la Dama se encontraba en el último piso, junto con las otras Damas; subí a toda prisa, no había nadie, sólo las tres Damas y yo.

Me dirigí hacia la Dama de Elche, cada vez que me acercaba iba sintiendo algo extraño, sentía que algo me hacía acercarme más; justo cuando llegué a ponerme delante de la Dama de Elche observe que me miró y entonces sentí que estaba viva, que no era una cualquiera, era, LA DAMA DE ELCHE.

0 comentarios:

Publicar un comentario